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¿Puedo Desenchufarme De La Red?

Personas deportadas de Estados Unidos, que habitan desde hace meses el campamento para migrantes Angeles sin fronteras” publican en la página Auto Empleate” de Facebook, sus fotografías solicitando diversos empleos. Hay 3 millones de campesinos en Estados Unidos, de ellos, siete de cada diez nacieron en México Centroamérica, aunque organizaciones locales estiman que en algunas áreas, como California Florida, podrían ser nueve de cada diez. En el caso de Honduras, la protección se dio a aquellos hondureños indocumentados que se encontraban en Estados Unidos en 1998, cuando el huracán Mitch azotó el territorio de su país.

Es en lugares como Oxnard, más que en las grandes ciudades como Los Ángeles, Chicago Nueva York, donde los migrantes son más vulnerables: la falta de información sobre sus derechos y los escasos recursos para defenderlos hacen que fácilmente se vuelvan víctimas de abusos fraudes. Cuando a María Vilma le recomendaron buscar a Don Erick, su esperanza era conseguir un abogado que la acompañara a la corte sin cobrar. Midence llegó a Estados Unidos hace 18 años proveniente de Honduras, pero no tiene residencia ni ciudadanía. Tres años después, los migrantes salvadoreños también recibieron un TPS tras los terremotos que golpearon a este país en 2001.

Aunque en teoría la aplicación del estatus de protección obedece a una consideración de carácter práctico para el individuo, su aprobación también depende del cabildeo que realizan los gobiernos de los países afectados con las autoridades estadounidenses. Los estatutos del TPS establecen la protección al beneficiario por un periodo de 18 meses, tras el cual éste regresa a su situación de indocumentado y le es iniciado un proceso de deportación.

En el caso de Honduras como de El Salvador, ambos gobiernos han negociado renovaciones cada año y medio; por 16 años para los hondureños y 13 para los salvadoreños, el TPS ha sido extendido. Los beneficiarios del TPS cuentan con un número de seguro social y un permiso de trabajo que les permite cumplir con ciertas obligaciones como el pago de impuestos, pero no les da derecho a beneficios federales como un fondo de retiro, ni a beneficios migratorios como traer a sus familiares que viven fuera de Estados Unidos.

Sólo por renovar el TPS de los beneficiarios de Honduras y el Salvador, el gobierno estadounidense recibe 127 millones de dólares cada año y medio, sin contar los permisos de salida. Cuando María Vilma llegó por Rosario y José, además de acreditar que ella era la madre, tuvo que comprobar que contaba con los recursos para sostenerlos y un sitio aceptable para recibirlos. Desde que llegó a Estados Unidos, María Vilma ha trabajado en el campo, sembrando y cosechando, en jornadas de nueve horas con dos de descanso, con la espalda encorvada para hacer la pisca de fresas lechugas, dos de los cultivos que más cansan. Miguel tiene nueve años en Estados Unidos y siempre ha vivido en estos espacios.

No habla inglés, le cuesta trabajo leer y no puede escribir, pero encontró la manera de ir juntando dinero para mandarlo a El Salvador y para ir haciendo unos ahorros. Sin documentos migratorios y con poco dinero, cuando llegó a Estados Unidos María Vilma no pudo rentar un departamento, pero se enteró que en algunas casas era común encontrar un garaje adaptado como habitación sin necesidad de entregar papeles dejar un depósito de seguridad. Al prinicipio eso no representó problema, pero a las autoridades de migración no les pareció un buen sitio para que se alojarandos adolescentes.

Aunque podría parecer una solicitud razonable, el acceso a una vivienda digna para el inmigrante indocumentado en Estados Unidos en ocasiones es un lujo. En el caso de quienes viven en las grandes urbes como Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Miami Nueva York, pagar por un pedacito de casa puede representar varios días de trabajo. Mario pasó del trabajo en el field a la construcción donde su situación económica mejoró.

En este país el sistema económico funciona en torno al historial de crédito de los individuos: cualquier tipo de contrato, desde la renta de un espacio para vivir, hasta la contratación de los servicios básicos de luz, agua gas, requieren de una revisión del historial de crédito. Si como es el caso de los recién llegados, una persona no cuenta con él, y además no tiene documentos que acrediten que vive legalmente en el país, no se considera una persona confiable y debe dejar depósitos en garantía para todo. El que logra instalarse ofrece un espacio en renta para otros y cobra por el uso de los servicios; los que pagan evitan los altos depósitos.

En época de vacas gordas, tuvo oportunidad de pagar 600 dólares al mes por un garaje adaptado que en realidad era un estudio bastante cómodo, aunque pequeño: baño, cocina y un sitio para estacionar el auto. Pero ahora que por motivos personales las vacas vuelven a ser flacas, ha optado por el más barato de los espacios compartidos. Miguel siente que corrió con suerte: el sitio en el que vive sólo es compartido con otras tres personas.

Esto provoca que ocho de cada diez trabajadores agrícolas vivan la mayor parte del tiempo en condiciones de hacinamiento, según un estudio realizado en Carolina del Norte, destino de un gran número de migrantes centroamericanos. El día que salió de Sonaguera, Honduras, le dio un beso a su madre, otro a su hija Fernanda, de enconces dos años de edad, y emprendió el camino.

Entre aquellos que son trabajadores migratorios, tres de cada diez viven en espacios calificados como no aptos para habitación humana: automóviles camionetas, garajes cuarto hechizos en los patios traseros de las casas, incluso en campamentos al aire libre. A María Vilma le tomó dos meses reunir el dinero suficiente para dar el anticipo en un apartamento de una recámara para llevar a sus hijos a vivir ahí; tuvo que pedir prestado.



Hoy, con su salario de 9 dólares la hora, trabaja para pagar esa deuda, pagar la renta de 950 dólares mensuales, reunir para contratar un abogado para sus hijos mayores, y enviar dinero a los tres hijos que aún le quedan en El Salvador. Afuera de los enormes almacenes de materiales para construcción es frecuente encontrar a grupos de migrantes, a la espera de contrato.

Visto desde el país de origen, el momento en el que el familiar migrante llega a Estados Unidos representa el éxito; ya está del otro lado” y puede empezar a mandar dólares. Pero la realidad no es exactamente así: la barrera del idioma, la falta de documentos, la falta de capacitación, el ambiente antiinmigrante y la inserción a un sistema completamente desconocido, se convierten en una cuesta hacia arriba que todos los días hay que subir y que cuando te tira, te noquea. El objetivo es resistir hasta que aprenden un poco el idioma y aparece algo mejor.

En el ascenso al éxito del inmigrante indocumentado, el trabajo en los campos, el field, suele ser el primer escalón; es el jale” en el que no te piden papeles y en el que el oficio se aprende a punta de sudor. El contratista que está iniciando una obra sencilla y quiere ahorrarse unos dólares en el salario de los trabajadores el ama de casa que necesita que alguien le instale unas repisas, saben que al acudir a estos sitios encontrarán hombres dispuestos a trabajar por mucho menos de lo que les cobraría alguien con los documentos en orden.

Un ejemplo: un electricista cobra entre 25 y 35 dólares por trabajo de una hora, pero un jornalero aceptará hacer un trabajo similar por 10, a veces por 8 dólares la hora, sin garantía de que reciban su dinero: quienes les contratan aprovechan su situación migratoria irregular y con frecuencia rechazan pagar el trabajo realizado. Para las mujeres que llegan en la misma situación, el peldaño de inicio, cuando no es el campo, es en el trabajo doméstico, ya sea limpiando casas como niñeras.